Banksy y los refugiados.

Este artista, que ha saltado a la fama más por sus grafitis ¿arte callejero? que por su obra pictórica, entra en escena en esta ocasión abanderando la denuncia por la utilización de gases contra los migrantes en el campo de refugiados de Caláis.

Partiendo de la propaganda de este tipo de acciones, que busca situar al personaje en primera línea en los medios de comunicación, me interesa analizar a Banksy como ejemplo de la actual industria del arte, que obedece a la lógica de la celebridad, más que a su valor estético-simbólico.

El mundo del arte ha sido una sociedad de conocimiento, un universo social que estaba interesado en la producción simbólica de signos pictóricos y lingüísticos, que iban más allá de su mero valor comercial. Sin embargo algo ha cambiando.

Si hasta entrados los noventa el éxito comercial tenía mala fama, es decir que el artista podía triunfar en el terreno simbólico solo si perdía en el económico, en la actualidad este patrón se ha invertido. El éxito en el mercado y los medios es capaz de generar, por sí solo, esa clase de prestigio que llamamos valor simbólico.

Banksy (Bristol 1974?) trabaja minuciosamente su imagen pública, ya que poco sabemos de él, ni siquiera su nombre. Sin embargo podemos seguir el rastro de su obra pictórica en las salas de subastas, que es lo que los peritos tasadores rastreamos como verdaderos perros sabuesos.

Parece ser que fue grafitero antes que artista de estudio. Trabaja la pintura, la escultura y el grabado, así como el grafiti. Las grandes bases de datos de cotización de artistas recogen los primeros registros de ventas de obra de Banksy en el año 2003. Si bien sus inicios presentan remates discretos, en tres años se produce un espectacular despegue.

El punto de inflexión se produce con la obra “Kate Mose” subastada en Sotheby’s en 2006, ya que con solo una estimación de salida de 14.000 euros alcanza 75.000 euros de remate. La cotización más alta en pintura se alcanzó en febrero de 2008 con la obra “Keep it spotless” de 214 x 305cm, rematada en 1.166.500 euros.

Sus esculturas también ostentan altas cotizaciones. En octubre de 2014 se subastó “Submerged Phone Boot” en el Reino Unido con un remate de 756.400 euros, siendo este el precio más alto alcanzado por una escultura del artista.

Si nos acercamos a analizar el valor simbólico de sus obras, poco de contenido aportan, más allá de la frívola denuncia del último grafiti por el cual Banksy ha saltado a los medios estos días. Esta Kate Mose nos recuerda demasiado a Andy Warhol (Pittsburgh 1928), como para poder atribuirle originalidad. Lo mismo nos ocurre con “Keep it spotless”, con ese fondo de puntos de colores tan característico de Damien Hirst (Bristol 1965). Me pregunto cuál es en el fondo la aportación de este artista, que sin embargo tiene una innegable y arrolladora capacidad plástica.

Los artistas no quieren esperar a recorrer el camino evolutivo de sus mayores. El éxito comercial se sitúa por encima del reconocimiento simbólico en su escala de valores. Por eso es necesario esperar a ver si resiste el paso del tiempo y sus cotizaciones se mantienen. Es una apuesta arriesgada, que podría no ser todo lo rentable.

Estos parámetros de referencia mencionados en las subastas, así como el análisis a futuro expuesto es lo que los peritos tasadores analizamos y sopesamos a la hora de asesorar a los que quieren invertir en arte.